miércoles, 10 de abril de 2013

Andrés recibió el documento por correo: le iban a ingresar un dinero por sus actividades en el centro. Tenía que mandar ciertos documentos fotocopiados y firmar ese documento recibido y mandarlo también. No había mayor problema. Al día siguiente se iría al pueblo con su familia y cuando volviera lo mandaría todo y se iría con Pepe, su hermano, a Canarias.
Pero en el pueblo se tropezó con su hermana y su cuñado, ávidos de incordiar. Andrés dijo que solo era un documento que tenía que firmar y listo pero estúpidamente, su hermana insistió en que había que buscar una abogado para defender los intereses de Andrés. Y era agosto. El hijo de su hermana buscó en internet una lista de siete abogados a los que Andrés tenía que llamar "para pedir alegaciones". Andrés no entendía nada porque no sabía que era aquello de las alegaciones. Pero llamó uno por uno a todos los abogados sin saber muy bien qué pedir o qué decirles. Todos estaban de vacaciones.
Cada mañana venía su hermana a torturarle con abogados y alegaciones y Andrés estaba cada vez más nervioso porque no entendía nada de nada. El único que sabía lo que era el documento era él pero no le dejaban hablar. El decía que únicamente había que firmarlo y ya estaba pero ellos insistían e insistían como perros rabiosos.
Una mañana, Andrés regañó con el sobrino por decirle este que había que estar más espabilado. Al otro día, dando un paseo regañó con su hermana y le dijo que dejara de meterse en su vida a lo que su hermana contestó que "no te das cuenta de que haces daño" cuando el daño se lo estaban haciendo a él. Odió a su hermana.
Se localizó a una secretaria de un gabinete de abogados y esta dijo que no encontraba nada de qué alegar. La hermana y el cuñado siguieron insistiendo en las alegaciones, en el dinero y en dar la murga a Andrés de una manera cruel.
Una tarde, Andrés estaba tan nervioso que tuvo que darse una ducha fría pero no se le fueron los nervios. Salió a dar una vuelta pero estaba de un humor de perros por culpa de su hermana. Temió que le diera una depresión o algo así porque el ambiente en el pueblo era más bien apagado. Estaba constantemente cabreado.
La hermana y el cuñado decidieron ir a ver el documento a la ciudad. Cuando lo vieron dijeron que no había que hacer alegaciones. Andrés respiró. Hicieron una fotocopia del documento y se volvieron al pueblo. Andrés estuvo cabreado con ellos el tiempo que duraron las vacaciones, estuvo muy cabreado y deprimido pero nunca se lo recordó, nunca les dijo que le habían dado el verano pero ya los odió para siempre y tuvo mucho cuidado con ellos porque eran muy peligrosos. Ellos, claro, nunca pidieron perdón por el daño hecho hecho y por lo equivocados que estuvieron. Querían "ayudar".
La hermana y el cuñado hicieron algunos favores a Andrés pero Andrés no sabe si compensa esta ayuda con el tormento de haberlos aguantado ese verano a esos dos perros rabiosos.

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