sábado, 23 de marzo de 2013

La lluvia paciente fecunda los campos.
Es de noche a las afueras de la ciudad.
Un hombre sin capa, solo con sus ropas
va andando por los caminos lejanos.
No se sabe dónde va, cuál su propósito.
No está desesperado, tampoco loco.
Se ha instalado en su alma divina
la semilla blanca de la libertad.
Quiere recibir la lluvia, pura lluvia
por todo su cuerpo
hasta quedar harto de eternidad.
y anda feliz, la humedad le transita,
sus pasos no tienen fin alguno
como el primer hombre del mundo
que anduvo por la tierra
descubriendo la hierba, las nubes y el sol.
Este hombre tranquilo, este hombre dichoso
ha llegado a su casa empapado y solo; 
se ha secado, se ha vestido, ha cogido un paraguas
y se ha ido derecho al bar a beber
y ha contado a la gente 
que ha andado esta noche 
por el campo solo debajo de la lluvia
y ha sido feliz por primera vez.
Y cuando ya tarde se acostaba
un aroma de lluvia aún le acompañaba.


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