sábado, 19 de enero de 2013

Yo tenía unos alumnos en mi etapa de profesor que, por hacer la gracia, siempre estaban diciendo, arrastrando la voz: "qué falso". Lo repetían una y otra vez, cuando me contestaban a cualquier cosa. Pudiera parecer un mantra o una idea fija que se les había quedado en la mente. Me llegó a hartar, claro y todavía no sé muy bien a qué se referían con aquel calificativo que valía para todo y no valía para nada. Pero a lo largo de mi vida he recordado esa manía de aquellos chicos y quizás no les faltara razón. Lo que yo decía no era falso, era la explicación de unos temas de lengua o literatura pero la pose que adoptaban estos chicos llegó a gustarme después pues yo también veo mucha falsedad en todo lo que veo.
Todo lo que nos venden, todo lo que nos dicen los políticos, todo lo que aparece en televisión, todo lo que observo en algunas personas de las que quiero estar lejos en sus actitudes me parece falso y yo también estaría dispuesto a decir "qué falso" ante cualquier manifestación que yo reciba del exterior pues todo se traduce en decir algo a lo que ya se ha traicionado con anterioridad. O juzgar a una persona sin darse cuenta de que no se ha juzgado ni un momento a sí mismo. Son actitudes que me repugnan y que le repugnaban a aquellos chicos porque yo detentaba un poder sobre ellos pero yo no medía bien mi poder. Por eso les sonaba todo lo que emanaba de mí, falso. Ante otros profesores más serios que yo, no creo que se atrevieran a exhibir esta protesta pero seguro que les parecerían aún más falsos que yo.

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