lunes, 26 de octubre de 2020

Por fin me pongo a escribir en el blog. Si no lo he hecho antes ha sido por mi situación anímica. He pasado unos días de ansiedad que han llegado al límite con la depresión. Me levantaba por las mañanas y no veía futuro a las horas, no sabía muy bien qué hacer con mi cuerpo y con mi alma. Todo ha ido pasando y me encuentro ya mejor, con ánimos de hacer cosas.

De repente nos hemos despertado con otro estado de alarma. Dentro de lo malo, este estado ha tenido una cosa buena: un gobierno que no pensaba más que en guerras civiles y francos y franquistas y lo mal que lo pasan las mujeres, ha tenido que lidiar con lo que hay: una pandemia. Lo hará mal, bien o regular, pero lo tiene que hacer de alguna manera. Yo no nos asaltan gritos de  "si nos tocan a una, nos tocan a todas" o eso de: "en las cunetas hay mucha gente que espera", por ejemplo.

Ahora, este gobierno de ideologías y pensamientos absurdos se tiene que poner a hacer leyes para luchar por una causa sanitaria y no por supuestas ofensas de una guerra civil y dictadura olvidadas ambas por la población de esta nación. Así que ya no darán la tabarrita con memorias históricas ni piropos a las mujeres ni micromachismos ni gilipolleces. La pandemia es la pandemia y hay que estar a la altura (a la altura que sea). Por fin dejamos de oír sandeces feministas e izquierdosas de querer fusilar a Franco después de muerto. Todo tiene su cara amable si se la queremos buscar.

Lo que he escrito supra y lo que me queda de blog es tendente a calentar un poco los dedos que me valgan para escribir la novela de la que llevo escritas unas 85 páginas y que la tengo que acabar como sea. Me parece que he llegado a un punto de esta novela en que va tomando un cariz surrealista y por eso, he estado estos días pensándome esto de escribirla. Entre el estado mental que tenía yo y el camino que tomaba la novela, he estado en una encrucijada que maldita la línea que he escrito. La cosa se ha quedado parada un par de semanas hasta que hoy, dando un paseo largo por la Gran Vía majariega, me he decidido a continuar la historia como sea.

Y eso es todo. Quizás solo un enfermo mental entienda a un enfermo mental, como lo hace mi hermano conmigo y hay temporadas que no te levantarías de la cama según se tiene la cabeza. Pero he logrado, por lo menos, hacer la comida que tenía que hacer y limpiar un poco la casa, que en el estado en que yo estaba, lo considero más que suficiente. A ver cómo viene esta semana.

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