Yo creo que el ser humano, algunas veces, debe ser capaz de maravillarse por este mundo que habitamos o de apiadarse de los males de los semejantes o creer en lo que pueda en un ser superior. O sea, el ser humano debe, algunas veces, considerarse finito igual que sus semejantes y ayudarles si puede, porque de ahí nace la espiritualidad y el alma surge de la piedad y del asombro. Si lo único que hace el ser humano es doblegarse a sus apetencias, a las apetencias de su cuerpo, se animaliza y no parece humano. Pero esto es solo una apreciación. La gente, en los momentos en que vivimos, va muy a ras de suelo, va con un vuelo de gallina, va con los pies muy pegados a la tierra, va errante y no se fija en el cielo, las estrellas, la luna, el sol y la fértil lluvia. El hombre, hoy día, ya no es como el hombre antiguo que tan bien describió Benito Pérez Galdós, que se dejaba un poco la vista en lo que creó Dios.
¿A ti el cielo no te conmueve?
Me conmueve más un chocolate con churros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario