A las 10 y 10, ya estaba en la calle a por el periódico pero me resultaba raro la poca gente que había en mi itinerario al quiosco. No sé si sería el cielo encapotado el culpable. Lo compro y me siento a leer en un banco, como hago siempre y viene un señor conocido y hemos estado parlando. De las oposiciones a jueces porque este hombre fue abogado. Yo le he contado cómo son las oposiciones a profesor, que, según oigo, nadie quiere pues hay muchas vacantes. Así que casi no he leído el diario. Me vengo a casa. Escribo esto. Voy a beber agua y a seguir escribiendo. La mañana huele a otoño. El cielo reparte otoño. El verano agota su poderío de sol y luz.
Mi juventud se agarra a los recodos de la ciudad, los hace suyos
y vuelve a casa persignándose de cómo anda todo.
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