Imagínate que eres rico: que te tocan esos seis millones de euros que dicen que tocan en la Once. Te dejarías masajear toda la mañana con aceites esenciales, tumbado en una camilla muelle como la lana de las ovejas. Luego, para no perder el ritmo, tomarías un aperitivo extraordinario, hecho de champán y caviar. Luego, cogerías un taxi sin saber el taxista que eres millonario que te llevaría a un hotel a comer. Comerías de lo mejor: langosta, más caviar, jamón de Jabugo y luego un guiso especial para millonarios que ahora no se me ocurre. Y luego, una siesta en ese hotel en una habitación donde se hace un silencio abrumador. Al despertarte, no creerías que ese es el primer día de millonario que llevas pero quizás no sepas cómo serán los otros porque estás rodeado de gente. La gente es lo que estropea todo, piensas, la gente circundante es la que no me dejará ser rico a gusto.
Valle hondo, oscuro nos saluda todos los días.
Quizás ese valle se hiciera gustoso con muchísimas perras en el bolsillo.
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