Hace solo un mes estábamos con la cosa del calor a vueltas. Todo acaba en esta vida. Acaba la vida también. Cuando menos lo esperamos tenemos 60 años. Tengo sesenta y no me he dado ni cuenta, dicen algunos a los que les gustan los pareados. Pero viva la gallinita con su pepita. Viva el cumplir años porque así el mundo nos puede llamar supervivientes de algo, ahora mismo no sé de qué. Pero tiene mérito haber llegado hasta ahorita mismo y no haber sucumbido a una enfermedad, a un vicio, a un delirio de querer volar desde el séptimo piso, etc. Ladra un perro a lo lejos, ladra de pena, según es la cadencia del ladrido. Nosotros también ladramos a veces, de soledad, de angustia. Ahí, en una mesa del bar, hay un hombre ladrando y nadie le hace caso. Me zambullo en el periódico: la educación en España corre riesgo de desaparecer. Y me pongo a ladrar, a ladrar, pero nadie me oye.
Andar hasta el único recodo de la soledad
nos es dado a muchos. Andémoslo.
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