Este mundo conversa mucho con lo corporal y las sensaciones que podamos dar al cuerpo. En esta actitud del mundo se basa el consumismo. Pero la humanidad está también hecha de espíritu, el ser humano goza de un componente intelectual al que no se fomenta desde las instancias que mueven el orbe. Nos tratan como animales que comemos cosas especiales, limpiamos la casa, perdemos orina, hacemos dos o tres deportes: todo para el cuerpo. ¿Y el alma? ¿No tiene el hombre y la mujer alma? Por el alma de cada uno somos diferentes unos entre otros. En la Edad Media, los pórticos de las catedrales iban dirigidas al alma de los hombres y mujeres que veían aquellas inscripciones en la piedra. Hoy en día, millones de anuncios de todas las televisiones dicen: come, corre, mira, saborea, chupa, anda. Todo es corporal, todo es físico. ¿No hay en este mundo una idea que apele a mejorar nuestro intelecto, nuestra alma? No. Somos como borregos en el redil que decimos: beeee. Y ya está. Y así nos va. Lo material es lo que triunfa. El interior de la persona está escondido y agazapado, frío y aislado.
Pregúntale a ese qué es lo que piensa.
No. Que es violar la intimidad.
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