Conozco una persona que, cuando estás hablando con ella, se limita a mirarte. Ni siquiera dice sí o no o te corrige lo que dices. Cuando le preguntas algo, dice vaciedades. Nunca cuenta nada de lo que ha hecho ni de lo que va a hacer, ni de los problemas que tiene. Y si dice algo, lo dice en plan misterioso, muy en abstracto. Total, que parece que hayas estado hablando con una esfinge misteriosa dentro de un jeroglífico. Y sales de esa conversación, si se puede llamar conversación a este monólogo, medio contristado, como si hubieras asistido a un examen de tu persona pues el que ha hablado todo el rato has sido tú y el otro se ha limitado a tomar nota. Y es triste asistir a una terraza, tomar algo y resultar extraño, como que has sido investigado y el otro no, pues el otro no ha dicho ni mu de su persona. Y todo tiene el tono de perdonar vidas, de mirar por encima del hombro todo el rato y de hacerte sentir inferior de una manera un tanto sutil pero al final, muy torpe. Y eso es lo que quería escribir.
¿Y te sientes mal?
Como cada hijo de vecino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario