A lo mejor, la causa encubierta de mi malestar es no saber qué hacer con la tarde del sábado, esas horas muertas que corren sin riendas con que sujetarlas, sin entretenimiento con que matarlas del todo. Y entonces pienso: puedo leer una novela. Puedo pasear. Puedo ir a Madrid. Y pienso a la vez que no me entretendría con ninguna de esas actividades y, al pensar estas cosas, casi me da miedo. Porque la tarde del sábado es fatal si no sabes qué hacer con ella. Y alguno dirá: qué tontería. La suerte puede generarse a partir de acciones proclives pero no tengo yo la suerte de mi lado. El mundo gira y yo estoy en una onda equivocada, de melancolía, de no saber qué hacer y quizás sea a causa de mi enfermedad o quizás sea a causa de mi soledad o quizás yo me invente todo.
Ninguno quería ser el río que bajaba entre las lomas
porque ninguno reflexionaba qué es el río.
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