He estado por pescado. Me ha tocado un pescadero que ha tardado un montón para abrirme una dorada y para limpiarme una sepia. No sé qué me ha dicho de la tinta. Me ha dejado la sepia hecha trozos y llena de líquido. Le pegaba unos cuchillazos a la dorada que no era normal. El caso es que he llegado y he metido todo el pescado, que comprendía unos lomos de salmón y de pescadilla, al congelador. Unos aprenden y otros se negaron a aprender hace ya mucho tiempo. Unos van de buena fe y otros son malos como ellos solos. La vida reparte a la gente como en las redes del pescador: entra lo que vale y lo que no vale. Lo que se vende bien, por bueno y lo que nunca querríamos por malo. Empieza a hacer mal tiempo, se acabó el estar en un banco charlando. Todo se acaba y todo empieza, según lo miremos.
La ciudad, de noche, se va librando de gente y los neones se quedan solos.
El sur ya no es el sur de antes.
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