Me gustaría coger un Uber y largarme a Fuengirola. Allí en Fuengirola, almorzaría unas sardinas asadas a mi solaz y después de bañarme en el mar, me vendría de vuelta. No es tan difícil hacerlo. Es cuestión de proponérselo. En el camino, me tomaría dos o tres cafelitos en las áreas de servicio, que me gustan mucho. No sé que tienen de hospitalario estas ventas del camino que me subyugan y me pasaría un buen rato en ellas disfrutando de un café mientras no paran de pasar coches y coches por la autovía. A mí, hacer kilómetros casi me gusta más que llegar a destino. Lo que pasa es que me gusta hacer kilómetros con mi hermano Paco, no con un chófer de Uber. A ver si esa circunstancia se da y me lo paso bien rompiendo la lejanía del mar.
Dudo de mí mismo en la mañana.
No sé si soy yo quien escribe o una patraña de mí mismo.
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