Yo admiraría a un tipo que se cuelga una mochila en la espalda y el bolsillo lo llena con 50 euros y se marcha a la aventura por todo el mundo. A ver quién hace eso. Eso tiene mérito porque este aventurero depende de los demás. A lo mejor, en una calle de Quito tiene que ponerse a pedir para sacar con qué comer y dormir esa noche. Quizás vaya por despoblado y unos perros le persigan queriéndole morder. Quizás se monte en un avión, después de haber estado trabajando arreglando parches de neumáticos y se traslade a New Orleans y allí, coma del marisco y de los peces del río Misisipi. Y luego ande por esas regiones en el que los negros son un tanto despreciados y también tipos como él, que vagabundean. Y quizás conozca a una negrita con la que tenga relaciones sexuales y la tenga que dejar pues este hombre es un andarín y puede más en él el camino que el corazón. Y luego, este hombre llegará algún día a su origen y todo el mundo dirá: ¿dónde ha andado todo este tiempo? Y le tratarán de delincuente: habrá andado en la droga, dirán.
Andando caminos nuevos se aprende mucho
y mucho los ojos se abren también.
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