viernes, 27 de septiembre de 2024

 Acabo de leer el periódico. Pocas noticias me sorprenden ya. He leído también una columna (se llama así porque la tipografía adquiere forma rectangular de arriba abajo) en la última página. No podría ser esta columna más previsible y triste, como está siendo esto que escribo aquí. Ayer me pasé toda la tarde en casa, algo que no es muy típico de mí, que siempre salgo a dar un paseo. Ayer me sentí gordo precisamente porque el paseo engaña a mi cuerpo diciéndole que se ha movido, que ha perdido 200 gramos en 3 kilómetros que ha andado. Son las 12:30. A la una comemos. Por cierto: las costillas al horno fueron un éxito, estaban muy buenas con todo el adobo que llevaban. Hoy, sin duda, haré ejercicio, no solo para engañar a mi cuerpo sino para adelgazar los 200 gramos que me dijeron que se perdían al andar. Yo creo que la gente está harta de opiniones, insultos velados y demás tonterías que salen en el telediario, pero eso es harina de otro costal.

La vigilante idea de vivir de las palabras

hace tiempo que no tiene sentido, no tiene dónde sujetarse.


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