Escribió un escritor una novela muy mala de una abuela y su nieta bailarina. Se publicó de todos modos pero los lectores la desecharon como lectura aprovechable. Pero cambió el siglo y esa novela hizo furor de repente y todo el mundo la leyó. Había cambiado la forma de ver el mundo y esta novela iba en esa forma de ver el mundo. La cosa es que se adelantó a su siglo esa novela. La visión de esa historia previó el cambio de siglo, notó que otros vendrían y pensarían de modo diferente, no se sabe si para bien o para mal, pero diferente. Y de ahí el éxito de esta historia. El escritor ya había muerto cuando la novela obtuvo tanto éxito. El dinero obtenido de su venta fue para los necesitados. Así lo dejó escrito el escritor pues fue un hombre que tenía fe en que triunfaría de algún modo al proyectarse a un futuro de 100 años después. Las novelas negras de crímenes siguieron publicándose, unas iguales a otras, pero esta novela rompió moldes al reflejar en su escritura el nuevo mundo al que la humanidad estaba llegando. Y el escritor fue famoso, pero solo por otros 100 años. Luego vino el olvido y la soledad después de muerto, si eso cabe.
100 años. Bastante más que una vida.
A eso asiste el ser humano.
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