Para ir tirando, como vulgarmente se dice, no mucha cosa hace falta: trabajar con ahínco la madrugada y la mañana, secciones del día en las que se saca tajada monetaria, comer moderadamente y echar una siesta reparadora. El que tenga niños, que los atienda y los guíe por el buen camino, los aleccione de los engaños de este mundo por su bien y por el bien propio. Dedicar la tarde a los hijos es básico para que los niños vean un ejemplo en sus padres, que se sacrifican por ellos. Hay que recordarles a los niños eso: que tú te sacrificas por la familia como es de suponer que ellos se sacrificarán por la suya, pero sin agobiarlos, dejándolo caer, que lo infieran los niños con su propia inteligencia. Pasadas estas horas con los niños, llegar a casa, leerles un cuento, que también los enseñará como tú haces con tu ejemplo y a acostar.
Los niños son muy listos. Pueden entender un montón de cosas de la vida.
Entre ellas, que su padre y su madre empeñan con ellos su vida.
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