Si yo tuviera niños, los llevaría al campo el fin de semana y les enseñaría las piedras y las plantas. Les enseñaría a distinguir el romero del tomillo y el cuarzo del lignito. Les enseñaría el castaño y el pino piñonero y les explicaría qué valor o simbolismo tiene cada flor y cada piedra que encontráramos. Luego los llevaría a ver un río grande, como el Tajo o el Duero o el Ebro y nos bañaríamos en ellos si estuviera permitido o si no. Luego les hablaría de Ulises y del Mediterráneo, de Caperucita Roja y del conde de Montecristo. Y luego me acostaría feliz, después de la cena y el coloquio.
Una familia feliz no es muy difícil
si anida en su corazón el amor y la paz.
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