viernes, 27 de septiembre de 2024

 Pocas ideas de las que escribir después de leer el insípido periódico. Pero bueno, iremos rellenando renglones torcidos o sin torcer hasta completar un texto. Como en el bingo. Ya llevamos línea. El otro día tardamos Paco y yo en dormirnos y decidimos ver la tele. Eran las doce de la noche y estuvimos viendo un documental sobre la Almería del Spaguetti Western de Almería, esos años dorados de esa provincia en que llegó Clint Eastwood y todos esos que venían a hacer de feo, de bueno o de malo, según saliera. Y la verdad es que estuvo entretenidísimo. Con gente como Álvaro de Luna hablando todo el rato, o cineastas y escritores, etc. El cine aquel supuso un aliciente y una modernidad para aquellos tiempos de dictadura, que todos los que hablaron en el documental lo evocaban con amor y nostalgia. Fueron unos tiempos de modernidad, de apertura del sistema a extranjeros y famosos. Almería se enriqueció, salieron mogollón de películas de esos decorados que todos recordamos cuando vemos una peli de estas. La gente peregrinaba a Almería para encontrar un hueco en la fama o un trabajo bien remunerado. El gasto de ese cine creó muchas profesiones como carpinteros, electricistas y también especialistas, muy afamados los españoles, porque hacían de todo aparte de tirarse de un caballo. O sea, que Almería fue un oasis en medio de tanta decadencia dictatorial. Lo malo del tema es que de aquello no quedó nada. Podría haber quedado un estudio de cine como el que hubo en Roma (Cine Cittá), pero no hubo previsión suficiente.

Todo lo maravilloso ocurre en un instante,

o es recordado como instantes fugaces.


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