Ya corre aire fresco. Viene por las ventanas abiertas y cansadas del verano. La ciudad va arrastrándose por las aceras tibias. Está el síndrome posvacacional haciendo de las suyas. Ya David se ha enfrentado a Goliat. Existe el trampolín de la ilusión evocando sonrisas en los niños, guerras en los jóvenes y atracones de realidad en todos los demás estratos de la población. No he metido en un calcetín la dorada arena de la playa. No he cruzado la mitad de la península, no he gastado en sardinas mis ahorros, no he colmado de salitre mis narices. En fin, la dureza de lo tangible, de la meramente existencia me golpea con fuerza este mes de septiembre. Agudo alfiler se me clava en el tobillo, dolor intacto crece en las uñas. Pronto el abrigo otra vez. Solo quedan 3 meses para acabar el año, otro año, otra carrera hasta el fondo.
Fotografías venerables señalan la gente de antes.
Somos casi iguales, menos mal.
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