Hay gente que vive en silencio, como dice Eugenio de sí mismo. Me refiero a Eugenio el de los chistes. Y hay gente que habla y habla sin parar. Tan malo es lo uno como lo otro, aunque prefiero el silencio de las personas. No un silencio que oculte cosas de esa persona silente, que es muy malo, sino un silencio que ya lo dice todo por el conocimiento que tiene una persona de otra y su circunstancia. Yo no encuentro a nadie con quien hablar de mis libros, quizás así se me desatara la lengua pero tampoco me gustaría encontrarme con una persona que me aburriera con su charla sobre alquileres de pisos y de plazas de garaje. El silencio de las personas es deseable y cuando hablaran, lo hicieran certeramente, descubriendo un mundo con sus palabras. Pero no suele ser así, sino que la charla de algunos es más pesada que una rueda de molino porque no interesa a nadie todo lo que dice. Y hay también el que calla y no dice nada, que es también muy incómodo el estar a su lado.
El silencio en las personas está bien, pues así no dan lugar a las mentiras.
Pero el silencio soberbio tampoco está bien.
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