Experto en menús baratos, andarín de biblioteca donde leer gratis unas páginas de libros de dos años de antigüedad, salutífero hombre de bien que desayunaba miel y limón para tener la garganta clara. Pedigüeño de tabaco al amigo, buen conversador de cosas mundanas como cuidados a los ancianos o a las mascotas o dónde comprar el tomate con sabor. Este hombre se recorría Móstoles en busca del amigo obrero, en busca de coloquio ameno, era experto en estirar las piernas por todo un barrio. Llegó a Móstoles en los 60 con sus padres y él muy chiquito. Pronto se adecuó al barrio valiente que declaró la guerra a Napoleón. Somos todos aluvión, decía en su cabeza este hombre austero donde los haya, amigo de sus amigos y gran cazador de noticias en los periódicos nacionales y locales. Que van a abrir una churrería, decía a un amigo. La churrería es agua, harina y sal, decía el interlocutor. Y ganas y dedicación, respondía nuestro protagonista de barrio. Así que nuestro hombre recorría Móstoles, recorría su propia alma, recorría almas ajenas y de todo hacía este hombre que no trabajaba.
El cielo tirante, el cielo que nos han dado a todos
bulle de ilusión todos los días para nosotros. Ojalá llueva.
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