viernes, 27 de mayo de 2016

Qué bien te va, me dicen, tienes una pensión y no haces nada. Ahí pongo yo la pega, en que no hago nada. Antes tenía un trabajo que era valorado y reconocido si lo hacía bien y yo lo hacía bien, creo. Lo valoraban los alumnos y los compañeros profesores y yo mismo, que me gustaba tal trabajo. Por la enfermedad, no he podido seguir. Ahora me dedico a tener la casa más o menos decente y a cocinar para dos y a escribir novelas, trabajos que no son reconocidos por nadie, solo por mi hermano ( a veces) y por mí (pero yo no cuento mucho en esto del reconocimiento).
Por lo tanto si la gente me nota que no estoy de humor, es por eso, porque me he caído de una situación en la que yo estaba feliz y ahora ya no tanto, la situación es más oscura. Si a esto añadimos que la calidad de mis amistades es mala y que no me muevo demasiado, llevo una vida bastante pasiva y desmotivadora pues de ahí este estado de semiprostración o aburrimiento. Es normal. Yo trato de ajustarme a la nueva vida y de adaptarme pero a veces es difícil y mi humor se resiente. Ya no gasto bromas ni se me ocurren porque mi vida no las motiva. Estoy en un estado de normalidad aburrida y oscura. No madrugo, no tengo ni problemas ni éxitos. Vivo en un coma emocional que no me hace excitarme por nada.

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