Hay días como este en que amanece todo turbado el cielo, encapotado, gris, ceniciento. La gente se queda en casa y tira de un bote de verduras y no sale a la calle si la cosa del cielo no se aclara. Digo que se queda en la cama después de mirar por la ventana cómo el sol ha hecho huelga, cómo una nube grande y extensa ha ganado la batalla al astro rey en todo lo que abarca la mirada. Y, a lo mejor, se levantan de la cama muy tarde y viven algo parecido a la muerte, en casa encerrados y tristes, acongojados, sin saber de nadie que venga y les haga compañía porque están solos y sus hijos andan trabajando y "viven su vida". Podrían haber quedado con alguien y echar una partidita al chinchón, por ejemplo, y sacarían una botella de vino y unas latas de mejillones, y estarían juntos que es de lo que se trata y charlarían pero eso ya no se lleva, ya nadie lo hace ya. Y como nadie lo hace, hay que fastidiarse y hacerse amigo de la soledad, pero la soledad no se hace amiga tuya. Y es así estos días en que el cielo no responde de su miseria de carácter grisáceo.
Que la soledad no te pille de lleno.
Y tengas con quién ir los días tristes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario