Hubo un tiempo en que un señor se mentalizó para no creer en ningún poder. Ni poderes religiosos ni políticos ni judiciales ni policiales le hacían mella. Se conducía por la ciudad despreciando a aquellos que sí creían en algo, en algún poder. Y este hombre entró un domingo en la iglesia y dijo: todo es mentira lo que dice el señor cura. No existe el poder religioso ni de Dios alguno. Y se fue. Y siguió la misa. Entonces este señor se fue a una comisaria y dijo: el poder policial hay que derribarlo y se enfrentó a un policía y, señalándolo con el dedo, le dijo: eres mentira con uniforme. Y le dejaron irse porque creían que era un loco. Pero no estaba loco. Lo que pasaba es que no admitía poderes en el mundo y por eso, se creía en el derecho de dar la nota. Fue a un mitin y chilló: todo es mentira. Este no es un líder político, es una marioneta. Y se fue a casa, donde no había cuadros ni velas ni banderas ni nada. Y se le ocurrió hacer una huelga de hambre y se quedó tan flaquito luchando en contra de todos los poderes que se murió de hambre. Solo tenía una hermana prostituta en Orense. Vino esta mujer y su hijo y le enterraron sin cruces, sin oraciones, sin nada de eso porque ya sabía su hermana de qué pie cojeaba su hermano. Y este hombre no pasó a la historia, como cualquiera de nosotros pasaremos sin pasar.
Una flor unánime surgió en invierno, equivocándose.
Pero la naturaleza tiene esos equívocos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario