Dentro de poco, estaremos en verano, en manga corta y a 35 grados a la sombra. Los que seguimos una rutina estricta, los que no nos vamos a Disney World París, los que no cogemos un avión a Cancún y los que nos sometemos al día a día, pensamos eso: que pronto será verano otra vez. La vida poco me ofrece, así que los días van rodados. Los que no tienen dinero para romper esa rutina, también se les hacen los años como un carrusel, todo lo mismo. Y así parece que estamos insertos en un mecanismo torpe y repetitivo que nada nos estimula. Y por eso pasan los días lentos pero los años rápidos. Como si estuvieras en una cárcel pero sin rejas. Y así va todo, a tal hora, tal actividad. Es como el día de la marmota. Es como si el escenario que ves en tu teatro no cambia y tuvieras siempre el mismo papel que desempeñar. Es como una esfera bendita hecha de días iguales, sin que ayer tenga algo que decir al hoy. Y todo depende del dinero u otras circunstancias que no son el dinero. Pero hay gente que tiene el dinero por encima de Dios. Pero siguen sin tener suficiente nunca.
El dinero: algo material que consigue cosas.
Dios: algo inmaterial que te comunica con lo sobrenatural.
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