La mañana trepa, clara como el agua o como unas manos inocentes, hasta que el día se hace. Entonces, los humanos, si no gritan, no es por falta de ganas pues están solos, aburridos en un mundo con televisor. Los ancianos andan su andar lento y corajudo por la ciudad que los hace, que les da vida, que reaviva su miseria de muchos años cumplidos. A lo mejor, nos hemos equivocado, nos hemos lanzado a una aventura, hemos salido a la calle. Y estas fechas anuncian a un dios niño pero nadie se ha enterado. Seguimos solos, seguimos sin asidero, seguimos equivocados. Pero quizás haya una asociación, una ONG, que nos traiga compañía a casa y charlamos de las cosas vistas a un joven que es todo oídos y parece que nos quiere. Así va la vida: nadie se preocupa del lindero, nadie quiere coger la soledad de otro y romperla en mil trozos.
Como el halcón que lo ve todo desde el cielo
así Dios ve la Tierra abajo, nuestras acciones, nuestras miserias, etc.
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