lunes, 30 de diciembre de 2024

 Veía un mundo hecho de cera que se diluía. Veía una mujercita que andaba por la calle y nunca cogía el teléfono. Veía dolores en mi casa y dolores fuera, en una mañana íntima. Veía un bocadillo dentro de dos horas. Veía el sol mandar en el día. No miraba, solo veía. Y mi corazón, por dentro, sufría y sufría. Las lunas venían del oriente como máquinas redondas, como reflejos de las noches intranquilas. El sol mandaba, con su calor y seca influencia. Uno no dormía todo lo que quería; el otro estaba triste pero ninguno lloraba. Fuimos hacia el sur una tarde de sol. En el sur había casas destartaladas y un ayuntamiento vacío. Los días iban pasando y nadie los requería. Los días iban pasando y nadie se lo decía.

Pocos son los elegidos para entrar a mirar qué amor es el suyo.

Más bien son muchos los que palpan desolación.

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