Como si se alzara mi visión de las cosas, mi obligado punto de vista de la esfera de los días, he vuelto a pensar en un viaje, un viaje largo acompañado charlando de mil cosas. En derredor, solo una hora que se parece a otra hora. En un extremo de mi vida, una carretera larga que va al sur, que llega a la playa de algún modo, que me ofrece la luz de lo novedoso. Y yo, sin embargo, aquí, en esta mesa del óbito de mis manos, de la pancarta del miedo, de la salud que tiembla. Pudiera ser que un AVE tenga la solución a tal madeja de deseos, a tal palo de no poder moverte del sitio, a la alternativa de la carretera y el volante y el acelerador. Quizás en junio, que ya hace bueno, vayamos hacia adelante, hacia un millón de litros y litros de agua con sal, hacia el sol abrupto, hacia la aventura de salir de casa.
La desenvoltura de saber uno adónde ir en cada momento
no es dada a mucha gente, es patrimonio de los enterados.
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