Cuando estoy relajado, pienso en las calles de Madrid. Doy un recorrido imaginario por ellas. También imagino los bloques de pisos que yo divisaba desde el tren al entrar en Atocha. Y siempre pensaba lo mismo: en esos pisos, debe de haber algún niño o adolescente que quiera ser escritor, que escriba, que imagine mundos para imaginarse a él mismo. Y consigo estar media hora centrado en esos dos aspectos de Madrid. Uno es geográfico y el otro es emotivo. Creo que todo viene de que yo no he conocido a un escritor nunca, nunca he tenido amigos escritores como pasa en la biografía de muchos de ellos. Así que el niño que escribe en su habitación de esas colmenas humanas, es mi amigo imaginario que creo, sin embargo, que existirá. Y las calles de Madrid me sirven para centrar mi imaginación en un punto que es cierto, que existe decisivamente en mi vida como flaneur. No hay nada que me distraiga más que andar por Madrid o imaginármela. Ya queda menos. Comprad por Amazon hasta que se extinga de géneros, hasta que no quede cartón. Id a Cortilandia, formad masa humana en la Plaza Mayor. Pero, procurad ser felices de cualquier modo.
Debe de haber gente que escriba en aquellos barrios donde fui profesor.
Los debe de haber pero yo no los he encontrado.
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