lunes, 16 de diciembre de 2024

 Cuando los escritores están romos de ideas, empiezan con el surrealismo y lo llenan todo de árboles insomnes, de plantaciones enormes de cafetales al sol, de miasmas que se cuelan en los pechos de las señoritas, de ascensores donde viven diablos etéreos como el alquitrán fundido, de dolores de cabeza que huelen a colonia barata, de ministros que se bajan los pantalones en centros comerciales de las periferias, de monos que bailan encima de un ataúd lleno de gorriones vivos que pían enfurecidamente, de señoras grandilocuentes difíciles de escribir, de gatos borrachos que se cuelan por la puerta de una habitación donde hay un hombre desnudo y muerto, de la lujuria que no acierta a acomodarse en las braguetas de los enfermos mentales con pastillas, de grandes hombres que se parecen a Leonardo da Vinci pero que son unos grandes hombres que yo no veo por ningún lado, de habilidades sociales que se incrustan en el manillar de una bicicleta. Y luego, el lunes te mata, te aniquila, te vaporiza el alma.

Amanerado el mono que lanza palos al elefante en el zoo.

Manzanas ebrias de sol que caen a un infinito configurado por algún genio. Eso es lo que hay.

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