Ir andando a Las Rozas y volver es para mi salud una pequeña dosis de energía. Muevo las piernas, muevo el corazón. El cerebro se baña de endorfinas. Además es una pequeñita aventurilla en la que encuentro otros seres semejantes a mí aunque solo sea en su anatomía: tienen piernas y brazos como yo, tienen cabeza y manos. Veo también perros atados y sin atar. Veo sudamericanas que van en patinete a su trabajo, supongo. Veo ciclistas empeñados en romper récords no oficiales. Veo señores mayores en los que me veo. Y voy meditando todo el camino en cómo librarme de mis enemigos, cómo encontrar nuevos amigos, cómo vivir mi vida más intensamente para que mi corazón lata con más fuerza. La navidad llegará. También la primavera, para mí más ansiada. Comemos polvorones que nos dan fuerza para caminar. Turrón de chocolate también es bueno para el ejercicio. Creo que habrá gente viviendo infinitamente peor que yo y no me río sino que me gustaría que esos seres solucionaran sus vidas para mejorar el tiempo que viven. Sé feliz en navidad y luego, en enero.
La nueva mirada al mundo es cuando te has librado de tu esclavitud.
Y esclavitudes hay muchas.
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