jueves, 5 de diciembre de 2024

 A mis años se empieza a agradecer la primavera. Los árboles se reflejan en el agua. Dentro de una hora, pelar ajos, pelar cebolla, picar ajos, picar cebolla, cortar patatas y voila, la comida estará preparada. En Francia, tienen un queso distinto para cada día del año. Suena la policía. Mañana, día de la Constitución. Daría cien reales al que hiciera la comida por mí, pero nadie se presta. Recuerdo la paella del nerviosismo, menos mal que no ha habido más reuniones como esa, en que nadie hablaba. Yo, siempre en medio, no sé si estorbando o queriéndome largar de esa gente tan zafia, callada, de gestos taciturnos, de esos de bien, bien y no te digo nada. Qué cruz de gentes que no saben dar el atendido, que no preguntan ni responden a las preguntas. Qué asco de personas, qué pena de gente-incógnita, de tipos-jeroglíficos. ¿Qué se oyó allí, en esa reunión de los muertos ausentes?

Al cementerio os llevareis todos vuestros misterios.

Y aquí, en la tierra dejaréis un sabor a muerto callado y triste.

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