lunes, 2 de diciembre de 2024

 Un día dije a uno de mi pueblo: si existe la cosa, existe la palabra para denominarla. Si no existieran los milagros, no habría palabra para ellos. Para que haya milagros, se necesita a un santo o a la virgen o a Dios mismo que quiera hacerlo. Un hecho fuera de lo común como la curación de un enfermo terminal a la que los médicos no dan crédito científico, es un milagro. Las apariciones marianas son una especie de milagro, pero yo creo que no es un milagro, sino un mensaje. Los milagros son extraños a veces, no residen en la curación de nadie, como la licuefacción de la sangre de San Genaro, en Nápoles. O, como dicen en mi pueblo, que la fachada de la ermita de San Antonio se puso ella sola mirando a mi pueblo, en vez de mirar a otro pueblo cuyo topónimo alude a San Antonio: Las Navas de San Antonio. Pero lo que yo veo cuando voy por allí, es que la fachada de la ermita mira para Las Navas. Algo vi en la tele un día de una iglesia católica en Beirut que adoraba a una virgen, que también se trasladaba hacia otra dirección. Es navidad. Por lo menos, no llores. Di adiós a 2024 y quizás las cosas cambien. No hay mal que cien años dure.

La infancia más pura se corrompe con los años.

Por lo que ves, por lo que sientes, por lo que sufres.

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