lunes, 9 de diciembre de 2024

 Yo tuve una formación un tanto desmañada. No me hablaron de la Atenas de Pericles. No leí a Cicerón ni en latín ni en español. Yo era bueno con la sintaxis. Me dormía en clase a primera hora. Leí un tratado de un gramático de Asturias para poder aprobar Lingüística el día que enterré a mi abuela. Con un profesor gallego, estudié todas las clases de palabras en una asignatura que se llamaba Morfología. Me gustó mucho estudiar el español coloquial. En dialectología me perdía. En Historia de la lengua no entendía nada. El arcipreste de Hita se volvió obsesión. De Lope de Vega no recuerdo nada. Leí el Quijote, eso sí, en una edición de Cátedra de letra diminuta. A la biblioteca iba a leer novelas sudamericanas o antiguas, de autores olvidados. Por más que intenté leerme "Semántica" de Lyons, no pude con ella nunca. Saqué un notable en Sintaxis, escribiendo un tratado sobre el modo imperativo y otras cuestiones. Aprobé algunas asignaturas de chiripa, creo que intervino la piedad del profesor. Y así, a trancas y barrancas, algo aprendí y me saqué la carrera y luego fui profesor. Pero primero me estudié 70 temas de oposición.

Los pasillos de la universidad, las aulas, los compañeros...

días felices que no volverán.

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