Si quieren saber qué pasó, que escuchen el viento de los álamos, roto en el millón de hojas que sostienen la primavera. Yo me voy, me alejaré de los vecinos austeros, de los bares con barra para atrapar en mis manos algo de lo que dan los caminos, las luces de la noche tendida en un fulgor y las montañas ateridas por las rachas del siroco. Ya no estoy donde estuve ayer y el parque acoge mis ganas de ser el primitivo peregrino de las guerras fratricidas, de las luchas internas por el poder, de los insultos y desaires de los políticos infames. Falta poco para que surja otra vez el verdor enfrente de mi ventana. Hacia allá voy, a la persecución de los meses, a la eliminación del invierno, a la postura delicada de un dios enterrado. Falta poco quizás para que cesen los gritos en los congresos y asambleas, los representantes de la patria no se zahieran de palabra y obra, para que la corrupción tumbe al gobierno. Entonces será la primavera la que tenga la última palabra y el presidente se vaya a vivir a Marruecos, donde nadie le conoce. Llega la navidad. Coloca bien los regalos. Duerme pero no duermas porque vienen los reyes magos. Camina por la calle real como si fueras un pavo luciendo tu chaquetón. Pero, a pesar de todo, sé feliz.
Y se hicieron desagradables todos los miembros del gobierno y la mujer del presidente y el hermano y qué sé yo.
Por avariciosos, por corruptos, por bravucones, por psicópatas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario