La escandalosa monotonía que remueve por dentro la conciencia duerme todavía mientras el barco fleta. No hay que hacer alardes económicos para vivir bien sino estar en sintonía con nuestra naturaleza. La adustez segoviana recorre mis venas transmitidas por mis padres delante de unas sopas de ajo. Mi abnegada madre se mereció tiempo de reposo que no le dimos. La locura vino en pos nuestra para escoger, de la familia, quién impulsó la salud y el acompañamiento. Hubo quien se quedó quieto ante las maldiciones de la enfermedad y luego se fue para no volver. Hubo quien luchó contra el agarrotamiento y promovió la relajación de los músculos. Hubo cansancio, hubo mal humor. Ahora parece que el aislamiento y la locura de otros fomenta la soledad de los dos, sujetos a una rutina salutífera. Nos ha ayudado un sobrino últimamente. No recibimos visita, no hacemos visita. Estamos los dos y nuestra razón ayudándonos.
Lo hermanos dividieron a los seres en queridos y odiados.
Por los hechos vistos, por los hechos sufridos.
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