Los árboles están en paños menores, solo unas pocas hojas les cubren. Se ha cumplido el ciclo que se inició en la primavera. A lo mejor, los árboles han estado dormidos todo ese tiempo, no lo sabemos. No sabemos si los árboles duermen. Quizás se descubra esa misteriosa faceta de los árboles en un futuro. Los árboles duermen. Y quizás sueñen. Los álamos con las palmeras sueñan. No estamos solos, sin embargo. Todo el mundo desea hablar con el otro medio mundo que no conoce pero las trabas sociales impiden esa conversación. Pasamos por delante de la gente y no decimos: hola, ¿cómo se llama usted? No lo hacemos por el peligro que implica meterse en los otros, hablar de uno mismo a los desconocidos, saludar a ese que está sentado en un banco solo, solo viendo pasar la mañana como se pasa el pájaro cantando en su jaula. Y nos podemos inventar un mundo propio o escribir una novela por las tardes, pero eso da igual, la soledad se te queda pegada como la nicotina a las arterias.
Seguro que en primavera pasaron por aquí,
esos dos locos que intentan sobrevivir de su locura.
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