Ya era navidad, el 25 de diciembre. Y salió a la calle a eso de las 11:00 de la mañana. Y no vio a nadie. Todo estaba cerrado. El bar de siempre estaba cerrado. Parecía que el mundo se hubiera volcado durante la noche y se hubieran caído en ese vuelco toda la gente al espacio exterior. Siguió paseando y seguía sin ver a nadie. Se sintió muy triste. Entonces, decidió ir a casa. Encendió la tele y no salía nada más que un fondo negro. Encendió la radio y sonó un ruido gris y continuo como el silbido de una serpiente. ¿No había nadie más por el mundo que él? Cogió el coche y avanzó por la carretera. No vio a nadie. Ni un coche circulando, solo él por la carretera. Cogió la autopista. Solo él por la autopista. Gasolineras sin gente, restaurantes sin gente. Parecía que una epidemia había arrasado con todo el mundo conocido. Volvió a casa. En el garaje, se encontró a un vecino. ¿Se ha dado cuenta? No hay nadie por la calle.-le dijo. El vecino no contestó. Parecía un fantasma, la mirada perdida. Tuvo que esperar al día 26 para que la gente apareciera. Qué mal lo había pasado.
Nos espera una vida del color del desierto
no habrá ya nada que sea del todo cierto.
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