Vuelve lo acostumbrado. Vuelve la luz a triunfar en este día y no hay luz para tanta vida que se derrocha en el mundo. La gente se dedica a vivir fuertemente, a disfrutar del sexo, de la comida, del dinero, de los viajes, de las profesiones que ejercen muchos que les obliga a hablar a un público atento sobre una invención, sobre un medicamento milagroso, sobre la psicología y la filosofía. Así va avanzando el mundo por medio del conocimiento, por medio de la investigación. Ojalá inventaran una sola pastilla que valiera para todas las enfermedades mentales y no tendría yo que ponerme una inyección ni tomar tantas pastillas. Ojalá inventaran a una mujer que se adecuara a mis necesidades e intereses y pudiera yo estar con ella tan feliz. Claro, que las mujeres no se inventan. Deberían surgir entre la población. Pues que surgiera, que surgiera una mujer buena y bonita y me conociera y me quisiera. Yo le hablaría de mi libro y ella, de los suyos. Y nos lo pasaríamos bomba.
Al atardecer el sol se pone rojo como avergonzado,
avergonzado de ponerse y no haber habido en el día una mujer bonita para mí.
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