Veo a mi hermano fumar como si no hubiera que hacer otra cosa. La luna ilumina las espigas futuras, las llena de su soledad brillante, como si las acariciara. Y todos vamos hacia un futuro callado y tranquilo, sin los sentidos que nos adviertan el color y el tacto de la vida. Vamos todos los que aquí estamos a un parto oscuro en que los ojos se nos vaciarán, las manos ya no tocarán nada. Y nos espera al fondo de ese nacimiento, una voz que nos guiará, nos introducirá en un mundo más real que este en el que estamos. Tocaremos las estrellas de una en una, pero no con la mano ni con la mirada, sino con el corazón que aquí abajo se muere de pena, sufre solo, cansa su latir al ser humano que somos. Y si no hemos cumplido con el hermano, con el hijo o con la esposa, estaremos más tiempo mirando como bobos las estrellas sin poderlas sentir vivamente.
En los meses de aquella primavera
pasaron los dos, andando lento, mirando suave.
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