Sol de nuevo, mucho sol. La luz lame las paredes, las llena de su llaga, las sofoca de un amarillo dulce, como un azúcar burlón y ciego. Poco a poco el día irá declinando y otra vez aquí y otra vez ahora, para que no se enfade la rutina. Habrá un día que llegue hasta la nube y en ese día Dios fanfarroneará desde las alturas con nuestras pequeñas vidas de soles viejos y aburridos. El miedo nos enseña nuestras miserias, nuestras luchas contra el día de hoy, nuestras pequeñeces de hombres tristes. Cuando todas mis horas eran horas de lobo, de andar por el mundo desaborido y errante. Al menos, los que atentaron contra mi delicada casa ya parecen absorbidos por su estupidez de señores, por su atenta mirada al niño que nace. Es navidad, sé feliz. Yo procuraré serlo.
Un latido amanecido en lumbre, lumbre de aviso a los mortales
se desmorona hoy en mi cama, cuando me levanto, cuando miro las cosas.
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