Estaba tumbada en una cama y estaba silente, adormilada y sola. La esclavitud de la enfermedad la tenía allí tendida. La actualidad era esa ventana por donde veía el sol o los nubarrones. Quizás se estaba muriendo, no lo sabía. Petra le traía la comida todos lo días. Petra era una mujer larguirucha y fea que servía en la casa desde hacía mucho tiempo. Oía ruidos en casa: de la cocina, de las habitaciones. Había llegado un señor a escribir la historia de su marido. A su parecer, su marido no le había dado buena vida, pero había creado una gran obra científica. Y ese señor iba a escribir la vida de Adam. Ella le dirá a ese biógrafo cómo era su marido: un chulo y un maltratador. Su hija se suicidó por culpa de él, de ese maldito que odiaba como nadie hasta a su propia familia. Dicen que han encontrado en una caja fuerte un epistolario de su marido Adam. Quizás allí cuente muchas de sus tropelías o las oculte ladinamente. Ah, Adam, que hijo de puta estaba hecho.
Cuanto más se sabe, menos se asegura. (refrán italiano).
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