La mañana avanza con patitas cortas como las de un pato. Se echa a andar por la plaza, por las calles, por el mercado, por las avenidas. La mañana dice que no hay más que lo que se ve: una injusticia, una falta de honradez, un peligro político, un psicópata. Luego, la mañana se da de bruces con aquellos a los que la hora de comer es una dificultad y surgen las penas en ellos. Porque no hay trabajo, porque no hay previsión, porque no hay amor al pueblo, sino solo deseos de mandar, de seguir en el poder. La mañana ya se ha roto delante del plato. Luego viene la tarde. La tarde anda como risueña y torpe. La tarde va llenando de gente las calles otra vez, como había hecho la mañana pero de otra manera. La tarde llena Ferraz de manifestantes por la libertad, por España y en contra de una dictadura en su germen. La tarde nos coge desprevenidos acaso. La tarde llena las terrazas de gente que habla de política, de Dios, de la Virgen y de los santos. La tarde nos avisa de que es navidad. Sé feliz pues es navidad.
En la esquina del viejo barrio sucedió
que a la gente honrada se le escuchó.
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