Me uno a aquellos cuya suela de su zapato gime y gime. La geopolítica cambia, siempre está cambiando. Que si Rusia, que si China, que si los indepes, que si el Próximo Oriente. La roca estaba allí, después de que camináramos por horas y horas. Ya estábamos desfallecidos y la roca, la gran roca empezó a hablar: ya habéis llegado al fin de vuestras conquistas, de vuestras fuerzas, de vuestro destino. Subimos la roca, la idea del suicidio estaba presente, pero ninguno la hizo caso. Y allí, encontramos nuestras vidas pasadas antes de echarnos a andar y nos pusimos a rezar a Dios encima de la gran roca y vimos la franja del mar lejos, muy lejos y pueblos hacendosos y vimos un barrendero con su carrito que barría la larga calle que iba de la gran roca a la playa. Y nuestro destino cambió: de ser profesores y médicos e ingenieros fuimos frailes mendicantes y nos fue bien y escribimos un libro con nuestras aventuras y dedicaciones y el libro fue leído por algún hombre sabio y fuimos de nuevo nosotros en una ciudad costera.
Alcanza su límite la montaña y brilla su monte de pinos.
Yo, abajo, en la falda de la montaña creo que llegaré a la cumbre.
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