Cada hoja de un árbol es, a los ojos del sabio, la hoja de un libro que ayuda a comprender la naturaleza de la creación. Mi hermano Paco dice que un ramillete de césped daría para investigar a los científicos por un siglo y aún les quedaría por descubrir. La inteligencia de lo creado es un signo que podría hacernos creer en Dios. Muchos investigadores del universo, al ver en él tanta perfección, empiezan a creer en algo que lo creó; o sea, en Dios. La palabra Dios quizás solo se use para cagarse en Él, pero yo creo que da muchísimo más de sí este concepto para los que quieren ver en Dios un Creador de las estrellas, las llanuras fértiles, los ríos... cómo van todos por un orden que parece mentira a los ojos del humano. Lo que pasa es que, si solo se frecuentan las tabernas, solo se ven defectos en el ser humano y dislates de la Creación como son los borrachines y sus malas lenguas y su peor discernimiento de las cosas del mundo. El otro día decía uno de estos bebedores habituales, un poco ajumado el hombre: la Tierra no puede ser redonda ni moverse porque, si no, nos caeríamos de ella. La Tierra es plana. Qué diría Galileo y otros que casi pierden la vida por decir la verdad de la naturaleza al oír a este hombre. O sea, que en las tabernas se va olvidando lo poco que se estudió en los colegios con los maestros, fueran estos malos o buenos pero que decían las verdades a los niños escolarizados.
La alegría es el universo de la libertad
y libres es el mejor modo de vida que existe.
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