Brunete fue un pueblo destruido por la guerra. No quedó piedra sobre piedra. Fue la elección de unos generales, fue un disparate, fue un sinsentido. Allí se juntaron casi un millón de muertos. Es penoso decir que la guerra es guerra. Fui yo con el coche a ese pueblo tranquilo. No había nadie en la plaza ni nadie por las calles. Y era ya mediodía. En el colegio, llamado Batalla de Brunete, estaban todos los niños del mundo allí aplicados a la lección. Un pueblo ignorante será esclavo y, si sabe, será libre. La pena de Brunete la llevan ahora muchos pueblos del mundo: en África, en Europa y en el medio oriente. La paz es muy querida después de una guerra, la paz es esa cosa tan frágil y dormida que anida en los corazones de la gente siempre, siempre, siempre. Los políticos hacen política y cuando la política se pudre, viene la guerra.
Vino el mar a verme aquí, en plena meseta
por su olor y su imagen, vino el mar a verme.
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