Ya no se acuerda si el día de nochebuena salió a la calle. No se acuerda si vio a Marisa, la novia de José Enrique. Si la vio, habló de la nochebuena, de las discusiones que se forman ese día al acordarse uno de la faena que le hizo otro familiar allí presente en esa cena. Marisa lleva unas gafas redondas bastante grandes que agrandan unos ojos verdes oscuros. Tiene Marisa la nariz aguileña y una boca muy grande. En general, el rostro no conforma una belleza especial, más bien resulta vulgar. De lo que sí se acuerda es de que habló con Marisa de la política, de esto de la amnistía que iba a romper la democracia. Lo dijo con mucha vehemencia y sumó palabras y más palabras al asunto: habló de jueces, de partidos y dirigentes corruptos, etc. Cuando se cansó de hablar, se despidió. Cuando llegó a casa, se acuerda perfectamente, depositó la barra de pan de la tienda china en la mesa del comedor, esperó oyendo la radio a que se hiciera la una, frio unas croquetas congeladas de bacalao e intentó echar la siesta, pero no pudo. Luego, llegó la nochebuena, pero no recuerda nada de la nochebuena.
Abarcamos una luz fría y casi dolorosa al acabar el día,
una luz que se nos ha pegado al cuerpo, que nos ha hecho.
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