Anda la gente desocupada vagabundeando por la ciudad, a ver si encuentran una puerta abierta, un encuentro que les ilumine el día. Pero poco encuentran. Hoy no hay nada que encontrar más que el frío de la mañana de un invierno anunciado ya en noviembre. En la frente de los ciudadanos hay un clamor de sangre, un movimiento que quizás rijan las estrellas, allí arriba. Pero todo es un bucear en el aire a ver si hay algo que perdure, algo que permanezca de nuestra juventud ida. Y no queda nada. Todo es nuevo, todo carente de interés. Uno lee el horóscopo como podría leer un panegírico de su persona y no lee nada, nada que surja de un corazón amigo. La vida se arrastra, los gestos del público son gestos sombríos. La gente se acopla a un aburrimiento feroz, a un absurdo que simplemente es el paso de los días, el tiempo que huye, la brevedad de la vida.
Las hojas que caen, amarillas, pretenden estrujarme el corazón
pero yo aguanto ese atrevimiento, ese hosco trato.
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