Suenan sonidos tristes esta mañana, de suelo duro que manda en las vísceras, de perro que ladra su soledad. Los hospitales recogen la enfermedad de la gente e intentan revertirla. Las guerras matan gente por doquier. Por eso, hay que hacer un esfuerzo por llenar el mundo de alegría. Los años que pasan nos hacen más débiles, menos crédulos en eso de la felicidad. Pero debemos transportar alegría en nuestros corazones y depositarla allá donde podamos. No es tarea fácil, ya que mantener la sonrisa para algunos (entre los que me incluyo), no nos sale con naturalidad. Ya quedaron atrás los días inconscientes de reír y reír siempre sin motivo. La vida que ha pasado nos ha dejado la seriedad en los rostros. Pero ya digo: hay que alegrarse de estar en el mundo, de no haber muerto, de seguir con vida en esta arena de lucha que es la vida. Alegría por siempre, alegría que brote de algún órgano interno, alegría de amor.
No saber de qué te ríes, no saber nada de este mundo,
solo que estás vivo y nada más, nada más.
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